Concepto de la Obra
Comencé a pintar esta obra con una mezcla de sentimientos que no lograba dilucidar del todo. Una sensación compleja y profunda me invadía, vinculada a lo que la sociedad espera de una mujer: ser juzgada, calificada, o evitarlo mediante un comportamiento que avanza a pasos pequeños sobre ladrillos de reglas.
Mi arte invita a reflexionar sobre cómo las emociones nos atraviesan y qué decidimos hacer con ellas. En este caso, no podía ocultar lo que sentía, y mis trazos se convirtieron en la herramienta para liberar esas emociones reprimidas. Así concebí los elementos que estarían presentes en esta obra: un cálido atardecer y una íntima bodega serían el escenario para una historia que deseaba contar.
Mientras mis manos trazaban líneas finas y gruesas, deslizando mis dedos por las sombras, las primeras curvas comenzaron a aparecer. En aquel viñedo, tan natural y hermoso, pasé buenos ratos con la sensación de oler la hierba y los árboles llenos de uvas maduras. Las primeras curvas de un vestido muy ajustado mostraban a una dama de espaldas al espectador, absorta en la contemplación de un horizonte, en perfecta armonía con su estilo y un sombrero que protegía sus pensamientos más íntimos.
Recuerdo que esa tarde, mientras trabajaba, sentía cómo su mirada se posaba en el sol, y mis manos, temblando nostálgicas, querían crear una transformación con cada trazo. Me preguntaba cuál era la técnica adecuada para capturar esa tensión interna que no podía ser expresada sólo con luz y sombra.
A través de la superposición de capas de carboncillo, de momentos de borrar y volver a trazar, busqué plasmar conceptos: la indulgencia, la pasión, y el instinto que reside en cada ser humano en esencia. Este lienzo se estaba convirtiendo en algo tan humano como la vida misma.
Decidí entonces que la mayor parte de este espacio debía ser ocupado por una bodega. Aquí, nuevas curvas, envueltas en una tela, comenzaron a aparecer, tomando casi toda la escena. Busqué enfatizar cómo tanto el vino como el amor tienen el poder de embriagar los sentidos y romper con las normas establecidas. Al unir la escena del atardecer con la bodega, logré fusionar el proceso de transformación más cuestionado por la sociedad.
En la mirada de esta mujer en la bodega, delineé un brillo especial, y una mano que cubría su boca y tapaba parcialmente su rostro, como si jugara a ocultar una verdad prohibida. En esta mitad de la obra, la mujer comenzó a transformarse bajo mis trazos, de lo que era a lo que se atrevió a ser: una figura poseída por una pasión desenfrenada, en un acto consumado.
Su anillo de casada permanece visible y destacado en la escena, ahora convertido en prueba de la ruptura de un compromiso o quizás en un nuevo juramento a la falta de verdad.
Al concluir la creación de esta obra, comprendí que lo que había plasmado no era una simple escena, sino una verdadera historia de transformación y atrevimiento. Con esta pieza, invito a quien la contemple a sentir y sumergirse en la experiencia sensorial del arte y dejarse llevar por las emociones que esta obra despierta.
Notas del Autor
Esta obra representa dos momentos víctimas de un proceso de transformación. De un lado el estado natural, la dama que mira el horizonte en la reflexión de la vida que ha llevado, dándole espalda al que hoy observa. Al igual que las uvas que aún no dejaron el árbol.
Del otro lado, embriagados por el placer de los sentidos, ya uva no es más uva, ni la dama es una dama.